MAGNIFICO PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE CONSUEGRA 2019 A CARGO DE JULIO GARCIA ORTIZ


Si el pregón de Semana Santa fue hace veinte años una propuesta de Julio García Ortiz, este año el pregonero ha sido él mismo. En su alocución dio buena cuenta de lo que ha sido esta conmemoración religioso-cultural de Consuegra, desde los años 50 hasta la actualidad.

Pocos como él, podían hacer la crónica o relato de la Semana Santa consaburense, porque la ha vivido desde dentro y desde fuera. En su estilo, con realismo y con rigor histórico, fue describiendo las vicisitudes por las que ha pasado dicha festividad, con sus momentos de esplendor, de decadencia y su recuperación a mediados de los años 80. 

Su libro "Semana Santa en Consuegra", se puede decir que fue la base de su discurso. Que acabo haciendo un llamamiento para que se mantenga viva una tradición heredada de siglos.

Presentó el acto Julio Cesar Valle, que como cofrade, conoce bien todos los entresijos de ésta y de todas nuestras manifestaciones populares. Intervino también el Presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías Francisco Lara Sánchez, que valoró todo lo que rodea a la Semana Santa con conocimiento de causa. El señor cura párroco José Manuel Pastrana y el señor acalde José Manuel Quijorna, como es habitual, también subieron al escenario para agradecer el esfuerzo de cuantos colaboran en el mantenimiento de esta celebración y animando a la participación.

Sin olvidarnos del pequeño homenaje al sacristán José María Moreno Manzano, que fue muy oportuno y merecido. El acto que resultó muy brillante, finalizó con la magnífica actuación de la Banda Juvenil de la Academia de Música de Consuegra, dirigida por Gaspar Miguel acompañada por la cantante Consaburense Cristina Martínez. Las imágenes del acto y el texto integro del pregón queda aquí reflejados, como un relato mas de nuestra historia reciente.
                                           
                                         F. Domínguez G.
















Pregón de Semana Santa 2019
Julio García Ortiz


Teatro Don Quijote de Consuegra
Sábado 6 de abril de 2019

Sr. Alcalde y Corporación Municipal.
Srs.  Comandante  de  puesto  de  la  Guardia  Civil  y sargento de la Policía Local.
Sr. Cura párroco y Srs. Vicarios parroquiales.
Sr. Presidente de la Junta de Cofradías y componentes de la misma.

Cofrades y amigos todos:

Corría el sábado 13 de marzo de 1999, cuando, en la ermita del Cristo, durante la presentación del libro "Semana Santa en Consuegra", en mi alocución me tomaba la licencia de proponer públicamente: que en la programación de nuestra Semana Santa, se debía incluir el Pregón como acto de exaltación de la misma. Aceptada en aquella fecha dicha sugerencia, el año siguiente se celebraba el Pregón de forma oficial; habiendo alcanzado ya en ésta, su XX edición.

Propuesto para pregonero del presente año por Francisco Lara, en nombre de la Junta de Hermandades y Cofradías, cosa que agradezco de veras, como simple cofrade de Ntra. Sra. de la Esperanza, trataré de evocar lo que, para mi mente infantil, suponía la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo; conmemoración ésta, de la que hasta hoy he venido haciendo un seguimiento constante. A todo ello se une, por supuesto, el entusiasmo y el interés que para mi suscita todo cuanto afecta a la historia, la cultura y las tradiciones de nuestra milenaria ciudad de Consuegra.

Mis primeros recuerdos de la Semana Santa se sitúan a finales de los años 50 del pasado siglo, siendo alumno del Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas; el cual era sede de las cofradías de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y Ntra. Sra. de la Esperanza, y la de Esclavos del Stmo. Cristo de la Vera Cruz.

Curiosamente, a pesar de mi devoción por la Semana Santa, hasta la recuperación, muchos años después, de la cofradía de la Virgen de la Esperanza, nunca había sido cofrade. Ello no era obstáculo, para que mi presencia fuera asidua en las procesiones al lado de su carroza.

Con estos antecedentes, para hablar de aquel tiempo, ya lejano, debemos retroceder más de medio siglo, y situarnos en aquella España nacional-católica, donde la liturgia de la Iglesia, a nivel general, se encontraba todavía anclada en las normas del Concilio de Trento, de mediados del siglo XVI, con el latín como idioma oficial. Era curioso cómo los fieles contestaban al sacerdote en latín, sin saber lo que decían.

En este sentido existían anécdotas tan curiosas como el prefacio de la misa. Cuando el sacerdote decía: "Sursum corda" que se traduce en "Elevad los corazones" y ahora se dice: "Levantemos el corazón", muchos fieles pensaban, y quizá lo sigan creyendo, que el famoso "Sursumcorda" era algún personaje bíblico, de ahí el adagio: "No lo hago aunque lo mande el Sumsumcorda".

Ante este distendido comentario podíamos añadir otro, a modo de jocoso interrogante: ¿Guardará alguna relación nuestro popular, ¡Jesús amante!, con el "Amante Jesús mío", del conocido cántico penitencial?

En aquella época, en nuestra ciudad, imbuidos por las silenciosas plegarias de las Madres
Carmelitas, los pilares en los que se sustentaba la religiosidad eran, junto a la Parroquia, los Padres Franciscanos, en su convento- seminario, las Madres de la Consolación y los Hermanos de La Salle en sus respectivos colegios. Pero, sin lugar a dudas, la figura señera del clero parroquial, tanto por su celo apostólico, como por su destacada personalidad, era don Justo Santamaría González, a la sazón, párroco de Consuegra y arcipreste de La Mancha. En nuestro Colegio, esencial para llegar en plenitud a la Semana Santa eran las prácticas piadosas, como el Viacrucis, celebrado en su capilla todos los viernes de Cuaresma.

Paralelamente en la iglesia del convento franciscano, que contaba con "clientela" propia, se
celebraban similares ceremonias religiosas, que se exteriorizaban en las calles con las procesiones de Ntro. Padre Jesús de Medinaceli, el primer viernes de marzo y de la Dolorosa, el viernes de Dolores, cuyas cofradías eran totalmente independientes de la Parroquia.

Referente a dicha advocación mariana, rescatamos estos versos de Lope de Vega, tan apropiados para el Vienes de Pasión:

¡Oh, cuan triste y cuan aflicta se vio la Madre bendita
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba y dolorosa miraba
del hijo amado la pena.

Otra fecha señalada en el calendario cuaresmal era el Domingo de Pasión, que viene a coincidir con el que celebramos mañana; desde el cual, hasta la Resurrección, todas las imágenes de las iglesias eran tapadas con lienzos morados, para centrar totalmente la atención en la Pasión de Cristo.

Igualmente, dentro de la Cuaresma, el Domingo de Ramos es un día que para la Iglesia guarda un significado especial. Recuerda que Ntro. Sr. Jesucristo estaba viviendo sus últimos días en la tierra, y lo hacía con intensidad. Desde la reciente resurrección de Lázaro, y la posterior expulsión de los mercaderes del templo se sentía perseguido  y  amenazado  por  los  judíos;  pero nada,  ni nadie, podría alterar la voluntad de su Padre Celestial. En estas circunstancias, el Maestro mandaba a dos de sus discípulos a buscar un pollino y, sobre sus lomos, adornados con vestidos del propio público entraba triunfante en Jerusalén. Las gentes a su paso extendían sus mantos en el suelo y, portando ramas de olivo y de palmera las agitaban aclamándolo como Rey de Israel. La antífona de la misa del rito latino así lo describe: "Pueri hebreaourm, portantes ramos olivarum, obviaverum domino": O lo que es lo mismo: "Los hijos de los hebreos llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor clamando y diciendo: Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor".

Con un Jerusalén abarrotado de nativos y forasteros llegados para celebrar la Pascua, algunos fariseos desbordados ante aquel espectáculo de masas, contrario a sus intereses partidistas, decían a Jesús: "Maestro reprende a tus discípulos"; a lo  que él, gozando de la plenitud del momento les replicaba: "Si estos callan, gritarán las piedras".

En Consuegra, el Domingo de Ramos por la mañana tenía lugar la procesión parroquial de palmas y olivos. En ella, los niños, por obligación familiar, abandonábamos la ropa de invierno para vestir pantalón corto, aunque la primavera, climatológicamente hablando, no tuviera todavía visos de aparecer por el horizonte.

Por la tarde, del Colegio de los Hermanos salía la procesión con la Borriquita y Ntra. Sra. de la Esperanza. Luego venía un compás de espera hasta el Jueves Santo, el cual era laborable hasta el mediodía.

Los Santos Oficios que desde antiguo se venían celebrando por la mañana, a partir de 1955 pasaban a la tarde. En los  del Jueves  Santo, se  unificaba, como  ha llegado a la actualidad: la lección de humildad del Salvador, lavando   los   pies   a   sus   discípulos;   proclamando   el  mandamiento   del   Amor   Fraterno;   e   instituyendo   la Eucaristía. Los "Penitentes del Pincho", que desde tiempo inmemorial daban escolta al Santísimo en  las iglesias de Santa María y San Juan, permanecían impasibles junto al Monumento toda la velada nocturna.

Por la noche, de la iglesia de "los frailes" salía la procesión con las imágenes de Ntro. Padre Jesús de Medinaceli y Ntra. Sra. de los Dolores, acompañados de sus cofradías.

En este caso, unas estrofas del padre jesuita, Ramón Cué, de sus "Décimas a los molinos de Consuegra", nos podían servir de referencia:


"Con túnica y capuchón, -nazareno- y cruz a cuestas, sobre la cruz qué lección
das, molino en tus respuestas. Sin cruz, no tienes razón. Gira el sol, y en su alegría, se marca en cruz tu destino. Sin cruz molienda no habría. Rechazar tu cruz sería renegar de ser molino."

El Viernes Santo todo era tristeza y recogimiento. En plan lúdico,  bares,  cines  y  otros  establecimientos  de  ocio cerraban obligatoriamente sus puertas por orden gubernativa.

En el aspecto religioso, a las 11 de la mañana, de la ermita patronal, conducidas por los Hermanos del Cristo, con la ayuda de grupos de niños, partían en procesión hasta la plaza de España diversos pasos e imágenes, que servían  de  base  a  don  Justo  para,  desde  un  balcón, pronunciar su Sermón de las Siete Palabras.

Contemplando dichas escenas religiosas estacionadas en la plaza, las palabras del sacerdote trataban por todos los medios de contraer los corazones del numeroso público asistente. Aprovechando el momento, al término del acto, el párroco lanzaba una de sus originales recomendaciones: "Hoy, como sacrificio, dejaremos de fumar, y los pitillos que tenemos en el paquete del bolsillo, los depositaremos en las carrozas de los pasos o en los cestillos colocados a propósito en las iglesias". El tabaco en cuestión, se entregaba después a los ancianos del asilo de las Madres de la Consolación. Como puede verse: aunque era un hecho probado, el tabaquismo no estaba entonces "oficialmente" considerado como pernicioso para la salud.

Por la tarde se celebraban los Oficios, que en los Franciscanos eran de Tinieblas. Estos y la procesión del Santo Entierro suponían los momentos más álgidos de la Semana Mayor consaburense; que finalizaba por la noche con el Sermón de Soledad y la procesión del Silencio, donde todas las hermandades acompañaban a Ntra. Sra. de la Soledad, desde la iglesia de San Juan a la del Cristo.

Unos versos atribuidos al poeta, Federico García Lorca lo podían resumir de esta forma:


"Molde de la estrecha vía, dos hileras luminosas; prisionera de las rosas viene la Virgen María. De plata y de pedrerías lleva las andas repletas, y a su paso, las saetas para su luz y derroche, se van elevando en la noche constelada de cornetas".

La Pascua de Resurrección se solemnizaba únicamente con la Santa Misa de nueve en la iglesia parroquial. En cambio, por la tarde, "La Cuesta", que todavía no contaba con el "carreterín" ni las escaleras de acceso, se veía inundada de familias enteras y grupos de amigos a comerse el hornazo. No había, como ahora, tanto coche para desplazarse a celebrarlo en otros lugares.

Finalizada la Semana Santa todo volvía a la normalidad. Aunque algo trascendental se estaba gestando a nivel eclesial. En octubre de 1962 había dado comienzo el Concilio Vaticano II, cuyo resultado conmovería los cimientos de la Iglesia, adaptándola a los nuevos tiempos.

Si la Iglesia estaba cambiando, otro tanto ocurría con la sociedad en general. Coincidiendo con ello, en nuestra ciudad, devociones ancestrales como las hermandades de Ánimas y otras similares, pasaban "a mejor vida". En noviembre 1970 don Justo Santamaría era sustituido por don Diodoro Gómez Catalá.

La referida década de los 70 sería nefasta para la religiosidad popular consaburense, entre la que se encontraba su Semana Santa. A ello contribuyó la marcha de Consuegra de los Hermanos de La Salle y las Madres de la Consolación en 1972. Desde entonces, la Virgen de la Esperanza y otras imágenes no volverán a salir en procesión hasta quince años después.

Fruto de aquello, todas las cofradías, excepto las dos radicadas en el convento franciscano,
comienzan a languidecer, disminuyendo considerablemente el número de cofrades que asisten a las procesiones, a la vez que desaparecen varias bandas de música.

Tras una década de apatía y abandono, el verano de 1980 nuestra Semana Mayor iba a sufrir el golpe definitivo con la ausencia de Consuegra de los Franciscanos, quedado huérfanas sus cofradías de Servitas y de Medinaceli. Aunque ambas pasaron a integrarse en la Parroquia, su recibimiento por parte del estamento eclesial no estuvo exento de cierto recelo y frialdad. En cuanto a sus imágenes, la Virgen de los Dolores quedó instalada en Santa María y Jesús de Medinaceli en San Juan.

En 1982 llegaba a Consuegra, como párroco, don Jesús Martín-Tesorero López-Romero, mientras la Semana Santa en nuestra ciudad permanecía en su letargo.

A los "pobres" penitentes "verdes", les hice una foto ese año, e iban seis en la procesión del Santo Entierro, y sin imagen alguna.

Inesperadamente, pocos años después comenzaba a surgir un fenómeno que sería vital para su recuperación; hablamos de la mujer nazarena. Sabido es, que a excepción de la Orden Servita, todas nuestras cofradías estaban formadas exclusivamente por hombres, y en ellas no tenía entrada el género femenino. Entonces, muchas jóvenes consaburenses, viendo que su Semana Santa estaba, como vulgarmente se dice, "en las últimas", deciden, de forma espontánea y clandestina, tomar la iniciativa y comienzan a vestirse de penitentes. Lo hacían con hábitos de sus familiares, que por desidia y apatía, los tenían arrinconados en los baúles y no salían con ellos en las procesiones.

Así, de repente, las filas procesionales aumentaron de efectivos. Y, como a mitad de la década de los 80 la mujer ya fue admitida como cofrade de pleno derecho, ello animó a sus propios familiares a vestirse de nuevo de nazareno confeccionándose cada vez un mayor número de hábitos. 

Llegamos a 1987, año esencial para el devenir de nuestra Semana Mayor. En el seno de la Asociación de Padres del Colegio del Cristo surge la idea de recuperar la Cofradía de la Virgen de la Esperanza. Pero había que partir de cero. Mas como la ilusión y la moral del grupo organizador estaban por las nubes, tras superar obstáculos de toda índole, en  el porche  de un corral particular, contiguo a Santa María, pues no existía entonces la nave de carrozas, se preparaba el paso de la Virgen para su nueva salida procesional que, acompañada por setenta y cinco cofrades de nueva inscripción, tuvo lugar la noche de Jueves Santo.En este sentido, no podemos olvidar a personas de otras cofradías que colaboraron, incluso económicamente, para que el proyecto fuera una realidad.

Ya con buen criterio, las juntas de gobierno de las hermandades habían acordado ese año salir todas el Jueves y el Viernes Santo. Únicamente las Servitas se mantuvieron en hacerlo solo el jueves y la del Sepulcro en la procesión del Santo Entierro.

Recuerdo, que por delegación de Santiago Merino, hermano mayor de la cofradía de la Esperanza, asistí a varias reuniones representando a la misma. En ellas tuve la suerte de contrastar opiniones con los hermanos mayores del resto de las cofradías; experimentados todos ellos en estos temas, y tan respetables para mí como: José Sánchez Catalán por la Virgen de la Soledad, Francisco Domínguez Tendero por los Esclavos del Cristo, Manuel Albacete Jiménez, por el Santo Sepulcro, José Antonio Tarjuelo Palomino, por Jesús de Medinaceli, que también representaba a la Orden Servita y Cecilio Rodríguez Román, que lo hacía por los Hermanos del Cristo de la Vera Cruz. Aprovecho para decir: que me alegró ver representados, junto a las cofradías tradicionales, a los Hermanos del Cristo, pues se trata de uno de los gremios religiosos más antiguos de la ciudad, el cual, desde tiempo inmemorial está al servicio de nuestro Patrón y de su patrimonio y, por tanto, de la Semana Santa.

Para admiración de propios y extraños, la labor de aquél 1987 se tradujo en la salida procesional de pasos que no lo hacían desde dos décadas atrás. Les acompañaban un número de cofrades, en continuo aumento, contando con unas reforzadas bandas de música. Aquí quiero hacer un inciso, mostrando mi admiración por nuestras bandas de cornetas y tambores; compuestas en su mayoría por jóvenes, y que si no son tan profesionales como en otros lugares, se ajustan a la perfección a la sencillez de nuestra Semana Santa.


Pero  aquel  fenómeno  que  en  nuestra  ciudad  estaba cambiando la fisonomía de su Semana Santa, resultó tan brusco para el estamento parroquial, que le costó digerirlo y aceptarlo como lo que era: una manifestación religioso- cultural con gran arraigo en la geografía española y, que, en muchas partes, como en Consuegra, estaba resurgiendo de sus propias cenizas. Aquello trajo consigo no pocas incomprensiones y tiranteces entre la Parroquia y las cofradías.

Tales desavenencias, que duraron varios años, se fueron superando con espíritu cristiano; pues como diría una década después, el cardenal don Antonio Cañizares, en su "Carta Pastoral a las Cofradías": "Es cierto que, en ocasiones, surgen desconfianzas, distancias y aun tensiones entre Cofradías y sacerdotes. Es necesario superarlas y, como pide el Señor ¡que todos seamos uno!."

Aun así, la marcha era imparable. En 1988 salía de nuevo la procesión de "los verdes" la tarde del Domingo de Ramos, y se publicaba el primer cartel de la Semana Santa. Pero quizá lo más significativo fue la recuperación de los "Penitentes del Pincho" entre varios nietos de los últimos que lo fueron hasta los años 60. Detrás de todo ello, había un reducido grupo de incansables entusiastas de la Semana Santa; contando, eso sí, con la colaboración de otros muchos consaburenses.

En lo positivo, no podemos olvidar el respaldo municipal. El alcalde socialista, Manuel Gutiérrez Jiménez, que era antiguo alumno de los Hermanos, contagiado de aquel interés por la Semana Santa, influyó para que el Ayuntamiento colaborara económicamente, tanto en la edición del cartel anunciador, como en otros actos culturales. Lamentablemente, dicha autoridad municipal fallecía el mes de febrero, a las puertas de la Semana Santa, de la cual, como primer edil, estaba muy ilusionado en presidir sus actos.

Hablando del Ayuntamiento, quiero reconocer públicamente: que desde aquel momento, salvo en casos concretos, la colaboración municipal con la Junta de Cofradías, en mayor o menor medida, y según las circunstancias, se ha mantenido hasta hoy por las sucesivas Corporaciones Municipales. Por ello, a sus futuros responsables les animo a seguir por el mismo camino; pues la Semana Santa es de las pocas celebraciones que conjugan la religiosidad popular con la cultura y las tradiciones y, que en el caso de una ciudad como la nuestra, algunas de sus cofradías cuentan con varios siglos de antigüedad.

Ahora que tanto se habla de atractivos turísticos, la Semana Santa de nuestro pueblo, dentro de su modestia castellana, puede ser un complemento a su patrimonio monumental. En este sentido, guardando las distancias, recordemos que, según la prensa de la época, por los años 20 y 30 del pasado siglo, gracias a sus imágenes, pasos y hermandades, la Semana Santa de Consuegra gozaba de una gran popularidad, siendo visitada por numerosos forasteros.

Volviendo al tema que tratamos, un auténtico regalo para nuestra Semana Santa fue la creación en diciembre de 1988 de la Congregación de Jesús Nazareno. Todo ello, fruto de la ilusión y la tenacidad de Consolación Tabaco, al que se unieron en torno al Nazareno de la iglesia de San Juan, medio centenar de cofrades, en su mayoría jóvenes.

Como, junto a "Consola", seguimos muy de cerca aquel acontecimiento, a la imagen titular de la nueva cofradía, quisiera dedicar el inicio de "La Pedrada", obra poética de José María Gabriel y Galán:


Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada, la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,
el pecado me tortura,
las entrañas se me anegan en torrentes de amargura, y las lágrimas me ciegan,  y me hiere la ternura...

Siguiendo con la historia más reciente de nuestra Semana Santa, que seguía creciendo en todos los ámbitos, en 1999 con la publicación del libro: "Semana Santa en Consuegra" quisimos aportar nuestro modesto respaldo histórico a la misma. Me alegra que, gracias al libro, algunas cofradías conocieran incluso la fecha de su fundación. En cambio, nuestras reiteradas pretensiones de que la Parroquia dedicara una procesión a Cristo Resucitado, por los motivos ya conocidos, fueron desestimadas.

Con todos los objetivos cumplidos, salvo la aludida procesión, el verano de 2005 se hacía cargo de la Parroquia su actual titular, don José Manuel Pastrana Manzano; el cual mantuvo la programación de Semana Santa tal como la recibió. Pero en 2007, tras el Triduo Pascual, se instauraba, como la conocemos en la actualidad, la procesión "del Encuentro". Ni que decir tiene, que se trata de un acto de suma emotividad, tanto para los sacerdotes, como para los cofrades participantes, y el numeroso público asistente en la plaza de España. Dicho evento, en la madrugada de Pascua, seguirá siendo solemne, entrañable y vistoso, si todos nos esforzamos en mantenerlo,  y  más  contando  ya con  la  nueva  talla  del Resucitado.


No hace falta decir: que la Resurrección de Cristo es el cenit de la Gran Semana de la Cristiandad, y del Misterio de la Redención pues, como escribía san Pablo a los corintios: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe". 

Con el unánime esfuerzo general, incorporando imágenes, como Ntra. Sra. del Consuelo, o la recuperación de la procesión del Silencio, y otros actos complementarios, nuestra Semana Mayor había conseguido, en todos los aspectos, alcanzar sus más altas cotas de popularidad. Así, llegados a este punto que podíamos considerar idílico para la misma, sería el momento idóneo para, en este Pregón, continuar ensalzándola como algo primoroso. Pero nada más lejos de la realidad. Sobre dicha conmemoración planea una nueva crisis, cuyo origen, no es precisamente el religioso, sino, como otras tantas veces, fruto de la desidia tan propia del carácter consaburense.

Ante este singular proceder, siempre respetable, nos entristece ver a cofrades, que incluso
colaboraron activamente en el relanzamiento de nuestras hermandades o bandas de música, y no concurren en las procesiones. Afortunadamente, otros muchos nos mantenemos fieles a nuestros principios.

Pero como estamos aquí para elogiar, ponderar, ensalzar y promocionar nuestra Semana Santa, no quisiera caer en el pesimismo, y me gustaría que estas, mis humildes palabras, sirvieran para que los cofrades tomáramos conciencia, de que participando en sus actos, estamos contribuyendo, nada menos, que a mantener viva una herencia de nuestros mayores.

Y, para aquellos que se sienten atraídos por otras semanas santas, más o menos cercanas o lejanas, por muy atractivas que sean, me identifico plenamente con la opinión   de   un   consaburense, de apellido   Escribano, fechada  en  Madrid  en  marzo  de  1966,  que  recogía Francisco Domínguez en su revista "La Centinela":

"No cambio mi Semana Santa por ninguna. Sevilla se ufana de sus lujosos desfiles, tronos floridos y primor en las saetas; Valladolid ostenta la primacía castellana; Málaga por la majestuosidad de sus cofradías; Murcia con los vergeles de su huerta y el arte de Salzillo. También me han hablado de la austeridad de Zamora, el orden de Cuenca y Cádiz, la gitanería de Granada y la vistosidad de Toledo. Todo es magnífico, pero yo no cambio por otra la de Consuegra; la que he vivido: con sus verdes de la Virgen de la Esperanza, y sus moraos de Jesús Nazareno, y sus coloraos del Cristo de la Vera Cruz, los negro y blanco de la Soledad o los moraos y blancos del Santo Sepulcro, y la sana modestia de sus túnicas centenarias. Esta Semana Santa mía y nuestra, que nos emociona y nos atrae desde los más lejanos lugares, para centrarnos y concentrarnos en torno a esas imágenes venerandas que año tras año pasan ante nosotros.

Opto por mi Semana Santa, de San Juan y Santa María y el convento franciscano, los Oficios emocionantes y apretados de multitud seguidora, paso a paso, de las escenas conmemorativas de la Pasión; con los paseos mudos de pájaros y la brisa suave del Amarguillo al partir la procesión del Silencio en las postrimerías del Viernes Santo.

Yo sé que mi Semana Santa tiene defectos.  Pero los defectos no son de la Semana Santa de Consuegra, son de nosotros, los consaburenses. Por ello, estos defectos los debemos proclamar para intentar su corrección. Pero con ellos y a pesar de ellos, mi Semana Santa no la cambio por ninguna."

Son tantas las vivencias personales y colectivas en torno a nuestra Semana Santa, que podríamos estar días y días hablando de ella. Pero, para no alargarnos más, quisiera finalizar este Pregón entresacando unas líneas del texto escrito en los años veinte del pasado siglo, por el consaburense, Sixto Rey Moraleda, publicado en el diario "El Castellano" de Toledo, que dice así: Si los dogmas de la religión subyugan la inteligencia, sus ritos sagrados cautivan el corazón.

Por eso los cultos de Semana Santa no caben en el ámbito del templo y han de trasladarse a las calles en las que se consumaron los misterios que representan. Y por ser humano nos condolemos con la Dolorosa, y sentimos los  horrores  de la Crucifixión y la tristeza del Santo Entierro.
No se ha agotado la piedad, dígalo si no este anhelo por celebrar con esplendor y arte las escenas todas de la Pasión.

Y por ver en este movimiento religioso al pueblo natal, bendecimos al Cristo de la Vera Cruz , cuya fe y devoción llevamos hondamente grabadas en el espíritu." Y yo añadiría: y también a Ntra. Sra. de la Blanca.

Ya solo me queda agradecer vuestra atención, y desear que vivamos con intensidad, plenitud, gozo y devoción, la esencia de la Semana Santa.

Muchas gracias a todos.




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