Consuegra, según la mirada del jesuita Rosendo Roig en 1984


El padre jesuita Rosendo Roig visitó Consuegra hace ya unos cuantos años; exactamente 36. El padre Rosendo nos dejó su experiencia vivida en nuestra ciudad plasmada en una revista titulada "Mensajero" (nº 1127 de julio de 1984). En las líneas del artículo se nos describe una ciudad tranquila, acogedora y rotundamente manchega. 



Rosendo llegó a Consuegra un sábado de abril de aquél 1984 y el autobús le dejó en la calle Padre Gabriel Casanova, donde llegaban los autobuses "de línea" como recordarán muchos lectores de este blog. Buscando el convento de madres carmelitas le indicaron rápidamente hacia el mismo donde iba a residir durante su estancia en Consuegra, en lo que el llama "la nueva hospedería del Carmelo". En su periplo por nuestra ciudad conocerá a la superiora del convento, así como a Francisca, la demandadera del mismo, a la que muchos hemos tenido la fortuna de conocer. De ella dice el autor que era "una señora morena, delgada, no muy alta, servicial la que además tenía una hermana religiosa en el convento." 



Las calles de Consuegra estaban cementadas señala; piensa que Consuegra no era la Consuegra que él esperaba. Añade que era un lugar comercial repleto de escaparates con electrodomésticos, zapaterías, ropas, bares... Habla de una tienda llamada "La frontera de la moda" y de los coches que pululaban por doquier. Comprueba el padre Roig que Consuegra no era un pueblo anclado en el pasado si no una ciudad viva, moderna. Comenta que no hay casas de adobe, ni ve a gallinas picoteando. 


Le sorprende que los hombres de Consuegra vistan de gris oscuro, de marrón oscuro y de verde oscuro; con boinas en la cabeza, "con rostro enérgico, rojizo, requemado por el sol". 

Al día siguiente nuestro visitante va a ir a buscar a un verdadero embajador de Consuegra; a un cronista, al que le definen sus paisanos como "un sabio de Consuegra"... Se trataba de Paco Domínguez, al que llegaban todos los curiosos e interesados por nuestro pasado, por nuestra historia y por nuestras tradiciones. Nuestro cronista tenía por aquél entonces 65 años, aunque según el padre Roig aparentaba cuarenta; pequeño delgado, el pelo negro, bien vestido... Y hay una frase que lo define y que le copiamos al inquieto jesuita: Don Francisco Domínguez era "un historiador de recuerdos. Un hombre que piensa, ama y trabaja para Consuegra. De palabra fácil, de fantasía y vigor mental inacabable..." El padre Roig escuchó muchas historias, anécdotas e ideas de boca de Paco Dominguez. Seguro que se llevó una buena impresión de lo que fue Consuegra en la antigüedad. Le habló de Consaburón, del castillo, de los molinos y como no, del azafrán. Al visitante le sorprendió el precio del kilo de azafrán, ya que un kilo llegaba en la época hasta los dos millones y medio de pesetas. Siguieron conversando sobre Cervantes y sobre la posibilidad -que Domínguez afirmaba- de que los molinos del Quijote fueran los nuestros. Y también apareció en la conversación Diego, aquél Diego Rodríguez hijo del Cid que murió junto al castillo, batallando contra los almorávides y que 13 años después volveríamos a rescatar del olvido, gracias también a Paco, para dedicarle toda una recreación como es Consuegra Medieval; Paco ya le hacía publicidad a Diego, ya reconocía aquella gesta como única en nuestros anales y digna de evocar dentro de las viejas glorias que atesora Consuegra.



Y mientras el padre Roig siguió recorriendo Consuegra, iba evocando viejas historias, disfrutando de la lluvia, empapándose de la auténtica Mancha, que aunque no es la misma que él esperaba, se trataba sin duda de una Mancha moderna, adaptada a los tiempos, a aquellos años 80, en los que queramos o no las cosas ya no eran como antes, aunque afortunadamente, algunas de esas cosas, como las buenas gentes, como los buenos consaburenses, seguían ahí, como aún hoy siguen, recibiendo a los forasteros, acogiendo a los viajeros y ofreciendo sin ninguna duda, la misma hospitalidad que nos caracteriza desde hace siglos. 


José García Cano

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