CONFERENCIA SOBRE EL CONVENTO DE SAN JOSÉ DE CARMELITAS DESCALZAS DE CONSUEGRA EN LA CONMEMORACIÓN DEL 425 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN.

 (Iglesia del convento, lunes 2 de mayo de 2022)


Sr. cura párroco, Sr. vicario parroquial y capellán del convento, Comunidad Carmelita y amigos todos:
Es para mí todo un honor, el poder sumarme de esta forma a la celebración del 425 aniversario de este palomarcito teresiano. Pero, antes de nada, quiero anticipar, que cuanto voy a expresar, no es obra mía, sino de diversos investigadores e historiadores, entre ellos algunas religiosas que hace muchos años tomaron notas sobre la fundación y el acontecer de su convento. El mérito es por tanto de unos y de otras. Yo únicamente me he limitado a recoger y ensamblar sus documentos, dándoles la forma que aquí se expone.

Para comenzar, situémonos en el último tercio del siglo XVI, y centrémonos en dos personajes históricos. Por un lado, el Gran Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, don Fernando Álvarez de Toledo y, por otro, Teresa de Jesús, sobre los cuales, se sentarían las bases de la futura fundación del monasterio de San José de Carmelitas Descalzas de Consuegra.

El citado Prior Sanjuanista era hijo natural de don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba y Gran Duque de Alba. Su madre, una humilde molinera de Aldehuela (Ávila), se llamaba María. Cuenta el historiador, Lunas de Almeida: que a don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel y sus escuderos, una tarde de verano les sorprendió una tormenta que les obligó a refugiarse en uno de los molinos existentes en el lugar. Allí conoció a una bella joven, llamada María, y fruto de aquel circunstancial encuentro y de otros posteriores, en 1527 nacería un niño, llamado, Fernando o Hernando.
Años después, reconocido públicamente por su padre, en 1541 fue investido caballero de la Orden de San Juan y, con catorce años de edad, Felipe II le nombró Prior de la citada orden religioso-militar. Más tarde acompañó a su padre en las campañas militares de Flandes y Portugal, con el cargo de Capitán General. Desde 1571 a 1580, fue Virrey de Cataluña, y en 1583 nombrado consejero del Consejo de Estado y Guerra. En cuanto a María, su madre, siempre estuvo bien atendida, gozando hasta su muerte de una desahogada posición.
Entretanto una abulense, paisana del anterior; en el mundo, Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, carismática monja carmelita del convento de la Encarnación de Ávila, con el nombre de Teresa de Jesús, se había propuesto reformar el Carmelo, creando la Orden de Carmelitas Descalzas. Su empresa fundadora la obligó a viajar por toda España en situaciones poco confortables. Incluso algunos de sus superiores no comprendieron su misión y criticaron su actividad itinerante. En todas las fundaciones tuvo también que enfrentarse a problemas económicos y legales, discutiendo con escribanos y notarios. Pero su tenacidad, en colaboración con el padre Juan de la Cruz, le sirvió para que, al final de su vida, todo el Carmelo estuviera unificado, el de hombres y el de mujeres, bajo una regla que potenciaba la contemplación, la austeridad y la hermandad.
La Santa Andariega, tras una vida llena de sacrificios y agotada físicamente, fallecía en 1582 en la salmantina, localidad de Alba de Tormes, en cuyo convento sería enterrada.

A los tres años de su muerte, unos carmelitas, con nocturnidad, trasladaron a Ávila el cadáver de la venerable Teresa de Jesús. Comenzó entonces un interminable pleito, en el que intervinieron directamente los Duques de Alba, para que su cuerpo incorrupto fuera devuelto al lugar de su defunción. Así las cosas, don Fernando Álvarez de Toledo, como integrante de los Alba, hizo voto de fundar en Consuegra un convento carmelita, si el referido litigio se decantaba en favor de su sobrino don Antonio, y el cuerpo de Teresa de Jesús regresaba a su Villa Ducal. Lo cual consiguió en 1589, con la intervención del propio Papa Sixto V.
Para hacer realidad su proyecto, el Prior ofreció 15.000 ducados, alhajas y algunas tierras, según escritura otorgada el 1 de diciembre de 1590 ante el escribano, Benito González de Figueroa. Quiso también dotar al futuro convento de una renta para cuatro capellanes, y en su testamento dejó fijada la obligación que, a su muerte, fuera enterrado en la iglesia del convento de Consuegra, como así ocurriría en su momento.
Sumándose a lo anterior, dos beatas consaburenses, Catalina de Arce y Pascuala Martínez, deciden donar las casas donde se asentaría el monasterio, y aportaron su patrimonio para la construcción del mismo, cuyas obras dieron comienzo de forma inmediata. Habían puesto como condición que ambas pudieran ingresar en él como religiosas, así como una sobrina de cada una de ellas. Lamentablemente Catalina fallecería prematuramente, antes de ver finalizado el edificio.
Lo que no contaban era que, al morir don Fernando en Madrid el 21 de octubre de 1591, a pesar de estar en el cenit de su gloria personal, al abrir su testamento se descubrieron las importantes deudas que contraía con diferentes personas.

Para saldar en parte de aquellos débitos, el rey se hacía cargo de la finca del Estanque por 1.500 ducados. Igualmente fue vendido el oratorio del Prior, del que tan solo quedó un crucifijo, una cruz y candeleros de plata, dos cálices dorados y algunos ornamentos sagrados.
Por si fuera poco, al convento se le embargó la poca renta que tenía, obligando a Pascuala Martínez a viajar varias veces a Madrid para tratar con los testamentarios de don Fernando y posibilitar la llegada de las monjas a Consuegra.
Por fin, el día 3 de mayo de 1597, fiesta de la Invención de la Santa Cruz, para honra y gloria de Dios y de la Virgen del Carmen, se colocaba el Santísimo en la iglesia del convento, que abría sus puertas bajo el patronazgo del Glorioso Patriarca San José.
Entonces, España estaba gobernada por el rey Felipe II; a la cabeza de la Iglesia Católica el papa Clemente VIII, la Diócesis Primada de Toledo, a cargo del cardenal García Loaysa Girón y el Priorato de San Juan de Jerusalén en los Reinos de Castilla y León, con sede en Consuegra, por el Serenísimo don Emmanuel Filiberto de Saboya. Regían la Orden Carmelita, como General de la misma, el padre Elías de San Martín y Provincial el padre Felipe de Jesús.
La primera Comunidad estuvo formada por ocho religiosas: la priora, madre María del Nacimiento, que vino del convento de Toledo; María de San José, de Valladolid; Francisca de las Llagas y María de la Encarnación de Madrid; Ana de San José de Segovia; Luisa de San Gregorio y María de San José de Malagón y Juana de Jesús, de Medina del Campo.
Las madres, María del Nacimiento, María de San José y Juana de Jesús trataron durante muchos años a santa Teresa, y esta última había recibido el hábito de sus santas manos. Por su parte, la madre María de San José era hermana del padre Jerónimo Gracián, que fue durante mucho tiempo confesor de santa Teresa. También hubo otra monja sobrina suya, por lo cual, Gracián visitó en varias ocasiones el convento de Consuegra. De él se conservan en el archivo conventual, aparte de algunos objetos personales, numerosas cartas originales, así como otras de la santa madre, Teresa de Jesús. Por este motivo, muchos autores no dudan en calificar al convento de Consuegra, como fundación póstuma de la Mística Doctora de la Iglesia.
Establecida ya la Comunidad, la crónica fundacional recuerda: Que la Fundación se hizo con muchas contradicciones, pues los franciscanos y un cuñado de Pascuala Martínez, pretendían que el convento fuera habitado por Dominicas en lugar de Carmelitas.
"Cuando vinimos a esta villa -dice la hermana cronista- hallamos la casa muy desposeída de todo y más de hacienda y dineros, pues salieron muchas deudas del Prior con el Rey y particulares. Y para pagarlas se hizo en Madrid almoneda, así del oratorio y plata que nos tenía dejado, por lo cual se fundó esta Casa en suma pobreza. Algunos días no había qué comer y las religiosas guisaban pámpanas de las parras, por no haber otra cosa, y si se pedía alguna limosna a los seglares algunos daban muy malas respuestas, diciendo que hilásemos o nos volviéramos a nuestras casas".
Providencialmente, pocos años después surgía otro personaje que sería decisivo en el futuro inmediato de la Comunidad. Era éste, el padre Melchor Cano, fraile dominico, fundador del convento de Madridejos, que se desplazó hasta Valladolid, donde estaba el rey Felipe III, solicitando fuera anulado el embargo que pesaba sobre los bienes del convento de Consuegra.
De esta forma se expedía una Real Cédula, fechada el 18 de enero de 1603, confirmando la concesión y pago de las rentas de un censo de 855 ducados que había otorgado el Prior don Fernando de Toledo con destino a la Comunidad Carmelita. Ello era producto de lo que debió haber cobrado por sus últimos servicios a la Corona. Por su parte, el monarca concedía otros 8.000 reales más. Todo ello supuso un alivio para la marcha del convento.
Avanzamos en el tiempo y, a mediados del siglo XVI, aparece otro benefactor; el Gran Prior de San Juan, don Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, Virrey de Flandes, de Aragón y Cataluña; el cual, durante sus estancias en Consuegra, ayudó cuanto pudo a las religiosas, que no dudaron en nombrarle, patrono del convento.
Como la institución iba adquiriendo cierta notoriedad, y la primitiva iglesia se había quedado pequeña; se proyectaba la actual, cuyas obras son dirigidas por el arquitecto, Luis Rau. Este nuevo templo se inauguraba en 1696; cuando, en esas fechas, en España reinaba Carlos II, la Iglesia Católica estaba regida por S.S. Inocencio XII; la Diócesis Toledana a cargo del cardenal, Luis Manuel Fernández Portocarrero y al frente del Priorato de San Juan, don Carlos José de Lorena.
Si ya hablábamos antes de algunas de las ilustres moradoras del convento, el día de san Marcos de 1717, tenía lugar la profesión de sor Isabel Josefa de San Elías, cuyo sermón corrió a cargo del agustino padre Juan de Ellacuriaga, Definidor de su Provincia de Castilla y Calificador de la Suprema Inquisición de España. Dada la importancia del orador, el Licenciado don Nicolás Álvarez de Peralta, Pronotario Apostólico y Juez in Curia del Tribunal de la Nunciatura de España, concedía licencia para que dicha homilía fuera editada en imprenta.
Pasa el tiempo, y la vida de clausura iba transcurriendo con toda normalidad. Las monjas estaban dedicadas a sus oraciones y labores cotidianas, que junto con otras ayudas externas les servían de sustento. En este sentido se tiene también constancia, que durante muchos años, del pozo de la nieve, propiedad del Gran Prior, el convento recibía todos los veranos media arroba del blanco elemento. De la misma forma, el importe de varias de las ventanas que en la plaza pública se alquilaban para las corridas de toros, era a beneficio del mismo.
Entramos en el siglo XIX y la paz conventual se vería alterada por la invasión napoleónica. El 22 de febrero de 1809 las tropas francesas ocupaban Consuegra, produciendo toda clase de saqueos y desmanes. Ello obligó a que gran parte de los vecinos dejaran momentáneamente sus hogares, refugiándose en los montes cercanos. Calmado el furor de los primeros días pudieron regresar y retomar, aunque de forma vigilada, sus actividades habituales.
Por su parte, la retrospectiva crónica conventual daba cuenta de aquellas bochornosas y humillantes circunstancias vividas durante la invasión francesa:
"Por primera vez en la historia de esta Comunidad las monjas tuvieron que abandonar el convento durante un año.
Se dio el caso, que huyendo de los bárbaros atropellos que venía produciendo el ejército francés, un grupo numeroso de jóvenes consaburenses se habían refugiado en el coro alto de la iglesia. Una religiosa, que estaba con ellas, al ver que los soldados entraban en el convento, se postró brazos en cruz ante una imagen de Ntra. Stma.Madre del Carmen, que tenemos en la galería que da a la puerta del coro, pidiéndole con fe, vivísimo amparo para esas almas jóvenes que tanto decía para ellas la virtud de la pureza. Un soldado al ver a la religiosa dijo: "Vámonos que se asusta la petit". Por eso siempre hemos considerado aquello como una gracia especial de Ntra. Santa Madre". Aplacados los ánimos de los primeros meses de la invasión, aunque los franceses permanecieron en Consuegra hasta septiembre de 1812, las Carmelitas pudieron establecerse de nuevo en su convento en marzo de 1810.
Acabada la Guerra de la Independencia, España comenzaba a regirse por la Constitución de Cádiz, cuyo juramento se hizo obligatorio para todos sus ciudadanos.
Según consta en el Archivo Municipal de Consuegra, tras tomar juramento a las dos parroquias, el 28 de septiembre de 1812 se hacía lo propio en las comunidades de monjas Bernardas y Carmelitas, de la siguiente forma:"Por disposición de los Sres. Justicias y Ayuntamiento el Sr alcalde Francisco Antonio de Figueroa y Águila con asistencia del Sr. Escribano y Secretario del Ayuntamiento, José Martín Cabeza se personaron en el convento de Carmelitas Descalzas de esta villa y, precedido del correspondiente recado de atención para con la Madre Superiora, su venia y permiso, pasamos al locutorio de dicho convento de esta parte de la reja y, estando dentro dicha Madre, con inteligencia de lo que se previene en el artículo 3º del expresado Real Decreto de 18 de marzo, reunió a todas las religiosas de que se compone su comunidad y estando conformes en jurar la Constitución, el Sr. alcalde les leyó la letra, concluyendo con el mandato de la Regencia, que juraron usando en la forma prevenida. Al día siguiente, en la iglesia el convento, como en las del resto de la villa se cantó un Solemne Tedeum".

En 1863 a consecuencia de la situación política reinante en Colombia, la comunidad del Real Monasterio de San José de Bogotá, tuvo que abandonarlo. Tras un largo peregrinar algunas religiosas recalaron en el Carmelo de la Habana y otras viajaron hasta España. En nuestro país, el padre Provincial de los Carmelitas lo notificaba a todos los conventos, a fin de que, según sus posibilidades, pudieran acoger a las citadas religiosas. Las bondadosas Madres de Consuegra recibieron a siete de ellas. Llegaron el 7 de mayo de 1864, y en nuestro pueblo permanecerían diez años. Dos de aquellas religiosas murieron en el convento, otras dos decidieron quedarse definitivamente aquí y las restantes en 1874, optaron por regresar a Bogotá, tranquila ya la situación.
En los anales consaburenses no puede pasar por alto la trágica fecha del 11 de septiembre de 1891, en la cual la villa sufría una devastadora inundación con más de trescientos muertos e incalculables daños materiales. Si la generosidad de todo el mundo en favor de los damnificados fue encomiable; las Carmelitas, durante varias semanas prepararon platos de comida caliente para los más necesitados.
Cambiando de tema, una cita en el calendario festivo local, es sin duda, la de la Virgen del Carmen, el 16 de julio y días precedentes. Una muestra de ello la encontramos en esta reseña del diario "El Castellano" del año 1926. "Los vecinos de la calle del Carmen, despliegan un indescriptible entusiasmo religioso y, ávidos de que no desaparezca tan hermosa fiesta tradicional, inician una recaudación, entre ellos, que asciende a la cantidad de 105 pesetas, con las que sufragaron gastos de verbena y algunos más. Don Lamberto Pérez tuvo a su cargo los gastos de la función religiosa, en la que actuó de orador sagrado el padre Ángel Gallego, religioso franciscano.

El entusiasmo de los vecinos de dicha calle, se han visto apoyados en esta ocasión, por una sociedad de elemento juvenil, la Gimnástica Consaburense, que encabezó la suscripción anteriormente dicha y que coopera en gran parte al ornato de la calle del Carmen durante las fiestas; esto da margen a que entre los socios se suscite la idea de nombrar como patrona de la citada Sociedad a María Santísima del Carmen".
Una década después España se vería envuelta en un enfrentamiento fratricida, en el cual el colectivo religioso sería uno de los más perseguidos y sacrificados.
Unos días antes del 18 de julio de 1936, viendo las monjas el cariz que iban tomando los acontecimientos, procuraron llevar a casas de confianza el archivo del convento, alguna ropa de la sacristía de gran valor, y la cara y manos de la Virgen del Carmen, que son de marfil procedente de Filipinas. Así se pudieron salvar todos esos valiosos objetos, entre ellos las cartas autógrafas de santa Teresa y del padre Gracián.
Según la retrospectiva crónica conventual: El 21 de julio de 1936 la Comunidad recibía del Ayuntamiento ordenes de abandonar el convento. Al día siguiente las religiosas dejaban la clausura y, vistiendo de seglar, se repartían entre las familias que quisieron acogerlas. Durante el tiempo que duró la guerra se dedicaban a trabajos manuales, mientras las más jóvenes asistían a la Casa del Pueblo a hacer punto y ropa para los soldados del frente.
Si en todo momento las monjas fueron respetadas, no ocurrió lo mismo con el convento, que fue saqueado, dejándolo en un estado calamitoso.
Por si fuera poco, el 12 de marzo de 1937 la Diputación Provincial, con sede en Ocaña, decide trasladar al convento carmelita de Consuegra el hospital psiquiátrico de Toledo, que a causa de la guerra se encontraba en Guadalajara. A las deficiencias de habitabilidad en que se encontraba el edificio, se sumó la precariedad de medios con los que contaba el establecimiento; siendo numerosas las quejas que en este sentido formularon los propios sanitarios que prestaban servicio a los enfermos.
Aunque la contienda había finalizado a últimos de marzo de 1939, en noviembre todavía estaba en Consuegra el referido hospital. Gracias a las gestiones realizadas ante la Diputación por un padre carmelita destinado en Toledo, la Comunidad pudo recuperar su convento. Pero el estado en que se encontraba era tan lamentable, que se reparó lo imprescindible para poder habitarlo lo antes posible.
El 12 de noviembre fue una fecha memorable para la institución. Las Carmelitas volvieron a vestir su hábito y, con capas blancas y velas encendidas, acompañadas de numerosos vecinos, desde la iglesia de Santa María se trajo en procesión el Santísimo, que quedó ya reservado y, con una sencilla función de acción de gracias, quedaba establecida de nuevo la clausura.
Como las religiosas entraron al convento sin otro amparo que la Divina Providencia, la institución benéfica de Auxilio Social les dio la comida, hasta que, con sus labores, pudieron ir cubriendo las necesidades más urgentes. En cuanto a la iglesia, varias familias consaburenses costearon los altares, dotándolos de nuevas imágenes, así como de ornamentos y objetos de culto.
Superada la postguerra, y con ella el hambre y la miseria que sufrió la sociedad española en general, la alegría volvió al monasterio y a su barrio, celebrándose las fiestas de la Virgen del Carmen tal como las conocemos hoy. Con el novenario, imposición del escapulario carmelita, concierto a cargo de la Banda Municipal y procesión, a la que asisten junto a numerosos fieles, las autoridades locales que siempre guardaron afectiva relación con la Comunidad.
Si muchas han sido las solemnidades carmelitanas de las últimas décadas, recordaremos por su importancia: la visita a Consuegra del Brazo Incorrupto de santa Teresa el 1 y 2 de octubre de 1962; El IV Centenario de la fundación del convento del 19 de abril al 16 de julio de 1997; La llegada de las reliquias de santa Teresita de Lisieux, el 20 de octubre de 2003.
Finalmente, del 15 de octubre de 2014, a la misma fecha del 2015, se celebraba el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús. Durante ese tiempo, en la iglesia del monasterio de San José de Consuegra se pudo ganar la indulgencia del Año Teresiano.
En cuanto a mejoras en el edificio conventual, en 1972 se construía la actual casa del capellán, de los demandaderos y la hospedería y, en 1973, se edificó el nuevo noviciado, lavadero, cementerio y ermita.
Entre las donaciones para costear dichas obras destacó la aportada por la Comunidad del convento madrileño de la Aldehuela, a cuya Asociación de Santa Teresa, fundada por la Madre Maravillas de Jesús, se asociaba la Comunidad de Consuegra el 17 de octubre de 1975. En 1990, se reparó la cubierta de la iglesia y se restauró la fachada y la espadaña. Lamentablemente, a día de hoy, la cubierta del templo y otras dependencias del convento necesitan una nueva y urgente restauración.
Llegados a la actualidad, por momentos debemos volver la vista atrás y recordar: que el Prior don Fernando Álvarez de Toledo dejó en su testamento, que a su muerte fuera enterrado en este convento. En relación con dicho personaje y su enterramiento, una hermana carmelita escribía el 31 de enero de 1681: "El cuerpo del Prior don Fernando se colocó en un principio dentro del coro que entonces estaba en la casa de las beatas, en un nicho en la pared de la iglesia que salía a un corral de dicha casa. Al mudarse al convento actual lo pusieron por la parte de adentro de dicho convento, en la aparte del evangelio de la iglesia conventual".
Otro documento posterior refleja: "En el lado del Evangelio donde siempre desde que murió ha estado su cuerpo en el hueco de la pared, allí se está, aunque se cerró la ventana por quitar el retrato y la tarjeta que tenía encima, por haber declarado en definitorio Ntro. Padre General y Definidores, con el parecer de los mejores letrados de la Corte, que podíamos dar el Patronato a quien quisiésemos, que no teníamos obligación ninguna con el Excmo. Sr. don Fernando Álvarez de Toledo, por haber muerto y no cumplido lo que tenía ofrecido. Los restos de don Fernando Álvarez de Toledo, hoy no sabemos donde están, porque la iglesia de hizo nueva y nada dice a este respecto. El tarjetón está actualmente encima de la reja del locutorio, por dentro de la clausura".
Con el fin de localizar el emplazamiento de la tumba del Prior don Fernando, promovido por el Centro de Estudios Consaburenses Francisco Domínguez Tendero, el 15 de diciembre de 2015 el Ayuntamiento encargaba a la empresa "Geofísica Consultores" de Torrelodones, una prospección con georradar en los lugares del convento donde posiblemente podrían estar los citados restos. Tras aquellos trabajos, la búsqueda debía continuar en una segunda fase en los puntos señalados por el detector, la cual en la actualidad está pendiente de realizarse.
Actualmente la Comunidad con su lema "ora et labora", aparte de dedicarse a la oración, para su mantenimiento trabajan, entre otros menesteres, en la elaboración y venta de variados productos de bollería.

Y ya para terminar mi intervención, quisiera recordar una de las reflexiones que el Hermano de La Salle, Andrés Hibernón, de gran afinidad con nuestras Carmelitas, anotaba el 28 de marzo de 1956: "Hace falta, creo, multiplicar las almas fervorosas que se sacrifican por los que viven olvidados de Dios y de sus propios intereses máximos. Yo me consuelo con la multitud de almas que rezan y se sacrifican por los que viven envueltos en lo terreno...
Así cuando pienso en las Carmelitas de Consuegra, inmediatamente se me viene la idea de que en Consuegra nadie debe ir al infierno mientras haya Carmelitas en este convento".
 

Julio García Ortiz


 

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